SEGUNDO DÍA DE ESCUELA
Tiré las pinturas por la ventana,
y las tiré por la ventana
el segundo día de escuela.
El paraíso del juego
desde la ventana
abierta de par en`par
con la persiana medio echada
me provocó
y sin avisarme
volaron los colores
ante mis ojos.
También, debo decirlo,
me dolieron las caídas en el asfalto,
me dolieron las puntas rotas
sobre la acera,
las magulladuras en el esmalte,
me dolieron las caídas
y las puntas rotas.
Don Carlos
me hizo recogerlas.
Eran las nueve y media
y me tomé jornada libre.
Era el segundo día de escuela
y ya me hastiaban mis zapatos,
mi traje,
y Marujita
siempre a mi lado
siempre callada,
con mis mismos zapatos,
mi mismo traje
y con su moño.
Me hastiaba Marujita
con la misma intensidad
que los hábitos que me impusieron:
esas aes inmensas
que yo debía rellenar
y colocarles un rabito
para que fueran aes
no oes.
¡Cuánto hastío acumulado
en mi segundo día de escuela!
¡Cuánto hastío!
El primer encuentro
me gustó
y hasta me sometieron los horarios,
me gustó el bollo suizo
en mi cartera,
don Carlos,
Marujita
y hasta su moño me gustó,
las aes,
las oes,
los rabitos,
la disciplina,
pero no quería alargar
esa belleza
más de un día.
Las tiré por la ventana.
El paraíso del juego
desde la ventana
abierta de par en par
con la persiana medio echada
me provocó
y sin avisarme
volaron los colores
ante mis ojos.
También, debo decirlo,
me dolieron las caídas
en el asfalto,
me dolieron las puntas rotas
sobre la acera,
las magulladuras en el esmalte,
cuando volaron los colores
ante mis ojos
el segundo día de escuela.
Isabel Silva Cano