sábado, 17 de septiembre de 2016


SEGUNDO DÍA DE ESCUELA




Tiré las pinturas por la ventana,
las tiré.
Eran pinturas Alpino
y las tiré por la ventana

el segundo día de escuela.

El paraíso del juego

desde la ventana

abierta de par en`par

con la persiana medio echada

me provocó

y sin avisarme

volaron los colores

ante mis ojos.

También, debo decirlo,

me dolieron las caídas en el asfalto,

me dolieron las puntas rotas

sobre la acera,

las magulladuras en el esmalte,

me dolieron las caídas

y las puntas rotas.

Don Carlos

me hizo recogerlas.

Eran las nueve y media

y me tomé jornada libre.

Era el segundo día de escuela

y ya me hastiaban mis zapatos,

mi traje,

y Marujita

siempre a mi lado

siempre callada,

con mis mismos zapatos,

mi mismo traje

y con su moño.

Me hastiaba Marujita

con la misma intensidad

que los hábitos que me impusieron:

esas aes inmensas

que yo debía rellenar

y colocarles un rabito

para que fueran aes

no oes.

¡Cuánto hastío acumulado

en mi segundo día de escuela!

¡Cuánto hastío!

El primer encuentro

me gustó

y hasta me sometieron los horarios,

me gustó el bollo suizo

en mi cartera,

don Carlos,

Marujita

y hasta su moño me gustó,

las aes,

las oes,

los rabitos,

la disciplina,

pero no quería alargar

esa belleza

más de un día.

Las tiré por la ventana.

El paraíso del juego

desde la ventana

abierta de par en par

con la persiana medio echada

me provocó

y sin avisarme

volaron los colores

ante mis ojos.

También, debo decirlo,

me dolieron las caídas

en el asfalto,

me dolieron las puntas rotas

sobre la acera,

las magulladuras en el esmalte,

cuando volaron los colores

ante mis ojos

el segundo día de escuela.


Isabel Silva Cano