Las relaciones son fuente de felicidad y de sufrimiento
-afirma Miriam Subirana-. Encontramos felicidad en una buena amistad, un buen
amor, una conversación… Todo esto nos nutre, pero también las relaciones son a
veces las que más sufrimiento nos causan.
Los malentendidos y los conflictos pueden ser una causa de dolor
constante. A veces, la pérdida de un ser querido nos hace sentir que tal vez
deberíamos haber cuidado más la relación: “cuántas veces hemos escuchado que en
el lecho de muerte las personas se arrepienten de no haber cuidado mejor a sus
amistades o familiares, de no haber dedicado más tiempo a conversar y a estar
con ellos”.
Afirma Miriam Subirana que a veces cuidamos más las
relaciones en momentos difíciles. En cambio, en momentos mejores podemos dar
por supuesto que uno ya tiene a esa persona, sea marido, esposa, amigo,
colaborador… Y entonces deja de sentirle, de cuidarle, de estar más atento a su
presencia y a sus necesidades.
Cuando se inicia una relación se cuidan los detalles. Con el
paso del tiempo se integra a esa persona en el círculo relacional cercano y se
deja de cuidarla con atención: “no escucha, no dedica tiempo, no percibe si la
otra persona está pasando por momentos delicados”.
“Cuidarnos unos a otros es esencial para que las relaciones
florezcan”
Las personas dan sentido a nuestro ser. Nos construimos con el otro. Las relaciones
se convierten en un proceso de revelación propia y ajena, en la que uno se
descubre a sí mismo descubriendo al otro.
“El poder personal no se puede desarrollar ni sostener si la
persona no logra ver a los otros y sentirse vista por los demás”. Si las
amistades son tan importantes, es una prioridad cultivar una actitud
apreciativa y prestar atención para no caer en la trampa de las expectativas,
plantear las conversaciones necesarias, escuchar, estar por el otro, no evitar
el conflicto, sino afrontarlo mediante la comunicación no violenta, acompañar
en el sufrimiento y dedicar el tiempo necesario.
A veces las personas pasan por nuestro lado o las tenemos
delante, y no hay tiempo para ellas, porque debemos cumplir con nuestros
planes. Así, la vida va pasando. Compromisos cumplidos, pero oportunidades y
encuentros perdidos. Paseos no compartidos, conversaciones no mantenidas, personas
no atendidas, oportunidades desperdiciadas de reencuentros con el otro, porque
teníamos que hacer otra cosa marcada por el plan. Cuando actuamos de esta
manera, nos instalamos en las planificaciones de la mente y queremos que la
realidad las cumpla. En cambio, si vivimos estando presentes en el momento,
abrazaremos estos encuentros.
Cuando alguien está con otra persona, pero su mente está en
el pasado o en el futuro, en lo que tiene que hacer luego o en lo que pasó
antes, no está en el presente y la comunicación que se establece es pésima,
porque i escucha ni habla. Se pierde la oportunidad de un encuentro.
Es importante ser conscientes de que nuestra presencia y
actuación influyen. El poder está en lo que ocurre en ese preciso momento. Cada
encuentro con alguien es sagrado. Hemos de convertir nuestros encuentros con
otras personas en experiencias inolvidables. Hemos de dar sentido a la
conversación y no huir con conversaciones superfluas y miradas distraídas.
Miriam Subirana
“Cuidar las relaciones”
El País Semanal
20 de julio de 2014