"Narrar
tus imágenes, sensaciones, emociones, pensamientos, impulsos, necesidades y
deseos es muy importante. Nos pone en contacto con lo que pensamos, sentimos y
nos pide el cuerpo llevar a cabo.
Para
escribirlo interviene todo nuestro cerebro: el neocórtex procesa la información
tanto con el hemisferio derecho, donde están las sensaciones, sentimientos y
percepciones globales, como con el hemisferio izquierdo, donde está el
lenguaje, la estructura, el orden. Así que estamos conectando ambos hemisferios
cuando narramos lo que pensamos y sentimos.
Al
narrar lo que imaginamos o recordamos se van a activar recuerdos y emociones
asociadas, y estas emociones nos van a indicar temas inconclusos o no resueltos
que podemos trabajar.
Va
a viajar información de nuestro inconsciente a nuestro consciente, y nos vamos
a dar cuenta de cosas de las que no éramos conscientes.
Si
nos encontramos en el estado de ánimo adecuado, es decir, receptivos, curiosos,
no juzgadores, aceptadores y amorosos hacia nosotros, el hacer este proceso va
a ser una experiencia sanadora.
Si
cuando lo hemos escrito lo dejamos reposar y lo volvemos a leer pasados unos
días, nos daremos cuenta de muchas más cosas, porque ahora lo leeremos desde
fuera, como si nos lo estuviera contando otra persona.
Al
leer lo que hemos escrito es posible que nos hayamos distanciado del problema y
nos observemos desde fuera; esto nos ayuda a ser más compasivos con nosotros
mismos, a entender qué nos llevó a hacer lo que hicimos y a poder perdonarnos.
Perdonarnos
significa entendernos, aceptar que “lo hicimos lo mejor que supimos en ese
momento”, aunque, ahora, a raíz de ese incidente, hayamos aprendido a hacerlo
mejor.
Si
una vez que lo hemos asimilado le hacemos un ritual como quemarlo, enterrarlo,
encuadernarlo, nuestro inconsciente entenderá que eso ya está resuelto y
reorganizará la información de manera que pase a una memoria más remota".
Victoria Cadarso
Abraza a tu niño interior