La triste noticia me llegó en esta tarde
de sábado primaveral. El profesor Mauricio Xandró nos había dejado
definitivamente.
Antes de conocer al Maestro, yo ya
había leído muchos de sus libros. Me entusiasmaba aquella ciencia misteriosa
llamada Grafología y devoraba con avidez cuantos textos sobre esta materia iban
llegando por correo postal a mis manos.
Años después, decidí asistir a la
Sociedad Española de Grafología. Comenzaba el otoño, empezaba el curso, y las clases arrancaban con una sesión a cargo
del profesor Xandró. En un tono distendido, nos fue preguntando a los asistentes
por qué estábamos allí. Cuando llegó mi turno le dije que yo solo había ido a
informarme. Entonces, me miró y me dijo: “Tú no te vas”. Y desde aquel día, ya
lejano, no me he separado de esta maravillosa Ciencia y de todas las personas
vinculadas a ella. Me ha proporcionado inmensas satisfacciones personales y grandes
momentos de felicidad, me ha abierto puertas a nuevas vivencias, nuevas
amistades y nuevos mundos.
Tuve la suerte de ser alumna de
Mauricio Xandró. Recuerdo su rosto enjuto, su mirada profunda, perspicaz, llena
de sensibilidad. Sus clases, salpicadas de anécdotas, nos hacían tomar contacto
con la vida y nos invitaban a profundizar en el conocimiento del hombre.
Era agradable, cordial, y afectivo y poseía un gran sentido del humor. Ahora evoco aquellas tardes con nostalgia y gratitud.
El profesor Xandró me enseñó a amar
esta ciencia apasionante y a conocer el alma humana a través de la escritura. Con
estas líneas deseo expresar mi gratitud, respeto y afecto. Siempre le llevaré
en mi corazón.
Madrid, 25 de abril de
2015